"Para el estado
de Jalisco la importancia histórica del municipio de Tototlán radica, en que
esta población ha experimentado una integración reciente al territorio
jalisciense, formalizada apenas, en el primer cuarto del siglo XIX. Esa anexión
política está fincada sin embargo, en la integración religiosa, efectuada previamente,
de la llamada Doctrina de Ocotlán realizada a fines del siglo XVIII. Ambos
procesos el eclesiástico y el civil, concluidos consecutivamente, redundaron en
la apropiación de los municipios ahora jaliscienses, -y de las anteriores
parroquias michoacanas-, de: Ocotlán, Tototlán, Ayotlán, Jamay, y Atotonilco.
Las sustrajeron del obispado de Morelia y del estado de Michoacán, respectivamente,
y convirtieron de golpe en parroquianos y ciudadanos jaliscienses, a los
anteriores michoacanos, ya fueran comunes o sobresalientes.
La fuente de la
plaza pública, la casa municipal, la iglesia, el cementerio y el colegio religioso
de San Ignacio, –este último, que albergó las actividades educativas
permanentemente, y las eclesiásticas, monásticas, hospitalarias y de hospicio,
temporalmente-. Son las edificaciones emblemáticas
que conforman el corazón geográfico y patrimonial de la cabecera municipal de
Tototlán. En consecuencia, las localidades tototlenses de los alrededores las
tomaron como modelo de desarrollo urbano. Replicaron prioritariamente el centro
de ese corazón, o sea el edificio religioso. Este movimiento ejecutado
generalizadamente, justifica la suma al conocimiento del patrimonio municipal de
la capital tototlense, el de las capillas de: Coina, La Yerbabuena, San
Agustín, El Carmen, El Saucillo, Tecomatlán, La Ortiguilla y San Antonio. La
suma de sus devociones y prácticas religiosas que también son patrimonio
reconocido, además del patrimonio edilicio de las escuelas parroquiales, que a
ejemplo de la matriz, edificaron las localidades, anexas a sus capillas, y las
mejoraron.
El núcleo
arquitectónico básico de la iglesia de San Agustín en Tototlán, como en el caso
de sus iglesias contemporáneas, conjuntó los servicios eclesiásticos y
funerarios desde su fundación. A pesar de conservar esa denominación de origen
agustino en la primera iglesia tototlense, en la práctica se desdibujó tanto la
herencia del pasado regular agustino, como el pasado diocesano michoacano, y se
logró una segunda versión arquitectónica que conservó sin embargo el cementerio
anexo. Únicamente, las desgracias decimonónicas combinadas, de las epidemias y del
sismo, las apartaron. El Cólera Grande de 1833 demandó la apertura de un
cementerio provisional e higiénico en las afueras de Tototlán, que se usó
temporalmente. Su formalización arquitectónica se demandó por mandato estatal en
1845, y su uso definitivo debió inaugurarse
de manera anticipada al cólera, en la víspera de la segunda manifestación
epidémica, la segunda expresión del cólera, el Cólera Chico que se presentó en
1850. Ya que el temblor de 1847 debilitó, e incapacitó la iglesia, urgió la
formalización del cementerio extramuros, suprimió definitivamente el uso funerario
y conservó exclusivamente el religioso, en la iglesia afectada".
Mayores informes: isemefaust@yahoo.com
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