"Quién lo creyera, pero los cementerios también se mueren.
La historia de Medellín, del siglo XVIII en adelante, atesoró espacios dentro de la incipiente urbe donde confluían vivos y muertos más allá de las parroquias, que en ese entonces eran los lugares por excelencia donde la sociedad realizaba los rituales fúnebres de acuerdo con las doctrinas de la iglesia católica.
Hoy, más de 200 años después, a muchos de ellos se los devoró el olvido y se los llevó el ensanche. La modernización y expansión de la otrora Villa de La Candelaria y nuevos requerimientos en temas de salud pública y tanatopraxia desplazaron los muertos de entonces de sus lugares originales".
Los invitamos a continuar disfrutando de este interesante artículo publicado por el periodista Mateo Isaza en el diario El Colombiano de Medellín, el cual está disponible a través del siguiente link:
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