"La historia de la masonería en Turmequé, Boyacá, es casi tan antigua como la Independencia. Según cuenta Eufrasio Bernal, presidente de la Academia Nacional de Ciencias Geográficas y candidato a ser miembro de la Academia Boyacense de Historia, desde el siglo XVIII operaba en el municipio una célula de “librepensadores” vinculada a Antonio Nariño, que aunque perdió fuerza con las muertes y desplazamientos de la década del 50, dejó su legado bajo tierra.
Los miembros se reunían en la hacienda La Magdalena, a las afueras de Turmequé. Discutían sobre ciencia, arte, libertad, entre otras restricciones, y esto, dice Bernal, fue suficiente para que la Iglesia les prohibiera el ‘descanso eterno’ en el cementerio católico del pueblo.
Sin camposanto, afirma, los masones construyeron uno propio, justo detrás del hospital del municipio, a sólo unos pasos del parque principal. Tumbas de 1876 e imponentes panteones, mausoleos tallados en piedra y símbolos de la masonería como la flor de lis y el compás, dejan ver que allí, donde yacen las familias Cuéllar, Jiménez, Guerra y otras de las más poderosas, está sepultada la historia de un grupo de intelectuales, aparentemente discriminados hasta el fin de sus días.
Hay quienes creen que en Turmequé no hubo ningún masón, ni mucho menos que están enterrados en un cementerio distinto al católico. Gloria Jiménez, primera alcaldesa del municipio elegida por voto popular, es una de los que niegan la versión: su abuelo y su padre fueron sepultados allí, y de ambos duda que hayan pertenecido a alguna logia. William Rincón, párroco de Turmequé, dice que tanto él como los últimos tres sacerdotes que lo antecedieron han desmentido la existencia de masones y, todavía más, que la Iglesia hubiera expulsado a alguien del cementerio municipal".
Los invitamos a leer la nota completa, publicada en el diario colombiano El Espectador, a través del link:
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