"La ciudad y sus necrópolis
Tan diversa como culturas existen, la conexión entre la muerte y los espacios urbanos se han modificado a lo largo de la historia continuamente generando una gran cantidad de rituales y espacios para la disposición de los difuntos. La relación de las ciudades con los muertos y la muerte, por tanto, genera múltiples evocaciones simbólicas que han determinado diversas reacciones en planos tan disímiles como el espiritual y el de la distribución geográfica de los difuntos y los restos humanos.
La vinculación de los espacios poblados con los sitios de enterramiento es tan intensa que la historia de las ciudades se refleja en sus cementerios. Resulta evidente que la existencia de un entierro, muchas veces, determinó efectivamente la conformación de un centro poblado. Más aún, cuando el cuerpo de una persona que ha fallecido o sus restos−, además de tener dimensión espacial en sí mismos, se convierten en objeto de diversísimas prácticas rituales.
Se suele percibir a los espacios de los muertos como sitios eternos e inmutables, que siempre han estado ahí recibiendo a generaciones de restos; sin embargo, contraria a esta percepción, la realidad demuestra que los espacios de la muerte se encuentran, tal como las ciudades de los vivos, en continua transformación".
Así comienza el artículo publicado en El Telégrafo por parte de nuestro buen amigo y colega ecuatoriano Leonardo Zaldumbide, el cual pueden encontrar completo a través del link:
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