Es un mega espectáculo con canto, baile, música, excelentes actuaciones, texto en verso, una historia seductora y romántica... ¿Pero eso es todo? No, son los artistas que dejan cada día en esos espacios el alma, la vida y el corazón para entregarse a un ritual único, fuera se serie, unidos y entrañables, para responder a un público que desea verlos de verdad, sin micros, sin luces, sin artificios. Ellos solos en el ruedo. Pura actuación, puro arte y entrega.
¿Pero es todo? No, es también el Museo, la belleza de las esculturas, los imponentes mausoleos, la historia que encierra, sus magníficos espacios pensados en el reposo y el dialogo en paz con lo vivo. Su majestuosidad de fines del XVII. Don Juan Tenorio, no invade esa belleza... se incorpora. Se flexibiliza al espacio, no toca, no mueve nada. Convive con los que allí están. Es cual danza del bambú, se deja llevar por la dirección del viento.
De allí que ahora, tras 10 años de presentaciones, parezca que somos parte de ese Museo. Yo creo que es lo que el público dice "parecen actores que de pronto aparecen y vienen del mas allá, atraídos por la música y el fuego", así ha de ser....
El goce estético del público es por lo artístico, por la armonía de elementos que le producen una emoción indescriptible. Es el arte.
Preguntamos al público y nos responden "espectacular", "que buenos artistas", "me encantó la música", "que emocionante", "que baile", "estoy emocionado", "yo vuelvo la próxima semana", "que belleza", "magnifico"... etc. Los comentarios son de lo más halagador que puede recibir un artista de parte de un público que declara ir siempre al Teatro. ¡Y que regresa en la misma temporada u otros que ya van 3, 6, 7 años consecutivos!
¿Pero aun eso es todo lo que atrae? No, es también, el espíritu que allí se respira. Es una conexión viva con la muerte, con el descanso. Sin sentirlo, artistas y público nos armonizamos, convivimos tres horas aceptando que morir es parte del vivir. Nos conectamos y allí se produce la magia. La magia del Teatro envuelve al espectador, lo hechiza, lo encanta de manera instantánea, en ese espacio de muerte que se llena de pasiones e ilusiones fugaces.
Es tal el silencio, la concentración y el mínimo ruido del espectador, que a veces me asomo a ver si están y si respiran, y si, están conectados. Una experiencia maravillosa.
Pero aun así eso no es todo. Cada día yo hablo y me encomiendo a los espíritus, y les agradezco estar a su lado. No se si ya soy parte de ellos porque me escuchan.
Al final con los aplausos pido un aplauso especial para esas miles de almas que permiten el convivio y acompañan a los espectadores felices que Tenorio les recuerde la vida. Así de simple es el Teatro. El arte de vivir y morir en cada función con intensidad.
Myriam Reátegui
Directora
Centro Cultural Nosotros
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