"Hubo un tiempo en que el imperio británico regía la mitad del mundo, era el siglo XIX y sus navíos y súbditos mortales surcaban la totalidad de los mares conocidos, algunos volvían a casa luego de toda una vida en las colonias, otros dejaban sus restos, apellido y simientes en ultramar. El puerto del Callao, parada obligada de todo viajero en los mares del sur, no les fue ajeno a los súbditos de su majestad para echar raíces y osarios; ya para 1834, entre otras cosas, se hizo necesario un camposanto propio para la creciente Colonia Inglesa del primer puerto peruano".
Así comienza el interesante relato que nuestro colega Carlos García Granthon publicó a través de su blog y que los invitamos a conocer a través del link:
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