"La condición de todo ser que habita nuestro planeta tiene tres etapas: nacer, vivir y morir. Cuando hablamos de “morir” cabe una apreciación diferente en “la especie humana”. El ser humano se ha enfrentado a la muerte de distintas formas y con expresiones muy diversas a lo largo del tiempo. Para hablar del actual enfoque bajo la denominación de patrimonio funerario, debemos plantear primero un abordaje conceptual en el cual orientar este amplio campo temático.
A partir del desconocimiento y del misterio de lo que ocurre al morir, este lejano homo se fue reconociendo como un ser vivo; además estableció su relación con los otros seres y los elementos de la naturaleza que lo rodeaban, y de los que debía protegerse. Debió crear una cosmovisión para explicar su mundo y el de los que ya no están, y generar un conjunto de territorios culturales de múltiples enfoques para dar respuestas a esas incógnitas que le hacían cuestionar qué es la muerte, cómo y por qué trascender a ella.
Así, le fue dando lugar a creencias, mitos, dioses y religiones para entender la vida y la muerte, fue asociando prácticas y costumbres, objetos, construcciones y formas de comunicación de su sentido de existir de acuerdo a su tiempo y lugar. Se planteó otras realidades racionales –principalmente qué hacer con el cuerpo muerto– y debió comprender y elaborar la ausencia, el recuerdo y la memoria, creando con ello el necesario duelo. Era consciente, en los hechos, de una vida finita y condicionada por sus entornos sociales, materiales, épocas y circunstancias en que se propuso pensar en algo más: que la vida no se termina en ese momento, y a esperar una recompensa, un mejor mundo como superación del tiempo terrenal de su vida".
Los invitamos a continuar disfrutando de este bellísimo trabajo realizado por nuestro amigo y colega Eduardo Montemuiño, de quien tomamos estos fragmentos de su introducción. Pueden consultar el texto completo a través del siguiente link:

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