Buenas tardes estimados amigos y colegas de la Red,
Seguimos
recorriendo camino, los caminos del Estado Táchira. Se trata de 29 Municipios llenos de
pueblos, de historias, la herencia de las comunidades indígenas y las nuevas
poblaciones a la llegada de los españoles. Táchira, región andina venezolana, forjada en el trabajo, los sueños y las esperanzas, escondida entre montañas
nos regala sus tesoros, llenos de verdor, del agua y del sol, cosechas en abundancia, en culturas de origen
milenario, así es Seboruco una verdadera tierra de gracia.
Al recorrer las
calles de Seboruco advertimos historia, tradición, cultura, identidad, posee un
valioso patrimonio cultural, sus casas de tapia, de adobe, de bahareque, sus
plazas, sus capillas, su iglesia, pero la más importante su gente humilde y
trabajadora, sus agricultores, sus cultores y cultoras, entre las que resalta los
recuerdos de una mujer ejemplo de valentía y verdadero sentimiento humano de
solidaridad con el desprotegido, Medardita Piñero, llamada así de cariño por
sus vecinos.
Las cualidades
excepcionales de la herencia patrimonial de Seboruco, pareciera ser labrada
desde la tierra, su paisaje sublime, sus altas montañas, recinto de lo sagrado,
vinculado al saber de los pueblos indígenas quienes dejaron su conocimiento en
vasijas de barro, cuentas y testimonios de la cosmovisión ancestral. Del
Cementerio indígena en la Aldea de Santa Filomena al Cementerio de Torcoroma, unidos por la
tierra, por lo sagrado, por la esperanza, por las creencias, la paz perpetua,
la calma, lo espiritual.
Sin duda es así,
la sublime espiritualidad en la región aún se percibe, el llamado que recibió
Medarda Piñero: “La vida del matrimonio transcurre con sencillez y pobreza,
laborando ella en el hogar mientras que él se dedicaba a soldar ollas. A
comienzos de los años 30, Medarda queda inválida, debiendo arrastrarse por las
calles de Seboruco, ayudada por un cuero de res mientras desyerbaba las calles.
Promete al Señor dedicarse al cuidado de los enfermos, abandonados y
menesterosos que deambulan por sus calles. Al obrarse el milagro, se pone de
pie y empieza su tarea en su pequeña vivienda convertida en refugio del
desasistido. Recibe enfermos, heridos, llagosos. Aplica distintas técnicas
curativas que aprende, entre otras, la ventosa, y a quienes fallecen los
sepulta con dignidad, haciendo José Piñero el ataúd de madera”.
Texto tomado del portal web:
El Cementerio Viejo de Seboruco, “Cementerio de
Torcoroma”, posee los elementos propios de su
historia, aquellos relacionados con la forma de construir de los pobladores,
quedan las construcciones, los vestigios de un pasado, un gran trabajo
artesanal y constructivo. Un orgullo museístico patrimonial, se ha convertido
en un espacio que denota identidad, hoy las familias con propiedades en este
sitio han mantenido el trabajo de los alarifes, de los escultores, de los
cultores, se trasmite el sentimiento, los elemento intangibles hablándonos de
las características propias del lugar, de este pueblo lleno de trabajo,
voluntad, constancia, solidaridad, creencias, fe y esperanzas.
Gracias “Seburiquito lindo y querido” por
proteger tan maravilloso legado, patrimonio de todos y todas.
Jonny Rojas
Pensamiento,
Patrimonio y Memoria
Gabinete de Cultura Táchira
Ministerio del Poder Popular
para la Cultura