"Antes, cuando se acercaba el Día de los difuntos, en el cementerio de Santa Fe (Provincia de Granada, España), para desbrozar y quitar las malas hierbas se les prendía fuego de manera que las cruces que eran de madera y que indicaban el lugar de los enterramientos desaparecían. La familia conocía más o menos el “roal”, nos dice José Luis, guardián del camposanto, pero eso no ha evitado que muchas tumbas se agolpen de manera irregular, algunas incluso casi encima de las otras. De todas formas, el cementerio alberga ya a tantos santaferinos que se ha convertido en un inmenso osario en el que allá donde pongas el pie ten por seguro que vas a encontrar un hueso.
Esta tierra lleva recibiendo los restos de los habitantes de la ciudad y sus anejos desde hace más de un siglo. Hay tumbas ya olvidadas. Aun así, la sepultura más antigua, que data de 1884, todavía cuenta con las atenciones de algún descendiente.
Si te detienes a mirar aquí y allá es como hacer un repaso por la historia, con minúscula, la historia pequeña que es la importante, de Santa Fe. Los apellidos ilustres con sus lujosos panteones, muchos vienen de Granada en estos día a visitar los sepulcros de sus antepasados (Nogueras, Carrillo de Albornoz, Rosales…), conviven con enterramientos más modestos. Como cantaba Mecano, “aunque en el Juicio Final nos traten por igual/ aquí hay gente de rancio abolengo”.
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