Coincidente con las celebraciones del
primer centenario de la Independencia Nacional en 1921, el Estado Peruano creyó
necesario erigir un mausoleo memoria para alojar los restos mortales de los
precursores, próceres y pro-hombres de la Patria. Restos que estaban dispersos por
diferentes cementerios a lo largo del Perú. El gobierno del presidente Augusto
Bernardino Leguía, consideró que el lugar idóneo para este fin era el antiguo
templo del ex–seminario jesuítico de San Antonio Abad, denominado desde la
expulsión de los jesuitas en 1767, Real Convictorio e iglesia de San Carlos,
ubicado en Lima, antigua capital del Virreinato del Perú, y capital de la nueva
República Peruana.
El templo fue irradiado del culto y
sometido a una adaptación interior para cumplir su nueva función. Obras
encomendadas al arquitecto francés Claudio Sahut, quien renovó el interior en
estilo neocolonial, propio de la época, conservando sin embargo el soberbio
retablo del altar mayor, tribunas y púlpito de estilo rococó, restos del
mobiliario litúrgico del siglo XVIII.
La modificación más importante fue sin duda, la
nueva cripta circular abierta bajo el crucero, cuya bóveda está decorada con
mosaicos y de la que parten los pasillos subterráneos, muy posiblemente
readaptaciones de las antiguas criptas sepulcrales del templo jesuítico, donde
están los restos de los hombres y mujeres que entregaron sus vidas y sus
haciendas para lograr el ideal de un Perú libre de cualquier dominio
extranjero. Este altar de la Patria, lugar del descanso de héroes nacionales,
fue inaugurado en 1924, centenario de la Batalla de Ayacucho, acto bélico que
selló la independencia del Perú y de toda la América del sur.
Eduardo Vásquez Relyz
Red Peruana de Valoración y
Gestión de Cementerios Patrimoniales
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