"Un poema y una historia se juntan, de golpe, sobre la mesa del cronista. Comencemos por la historia. Sucedió en Roermond, ciudad neerlandesa, en tiempos de Napoleón III y Eugenia de Montijo, en 1842. La joven Josephine de Aefferden, de 22 años de edad, contrajo matrimonio con un oficial de caballería apellidado Van Gorcum. La joven desposada era católica. Su marido, quien le llevaba once años de edad, era protestante. Y teniendo en cuenta que todavía no se había celebrado el Concilio Vaticano II, la época no era precisamente propicia a los matrimonios mixtos.
A pesar de todo, los Van Gorcum vivieron felices durante casi cuarenta años de matrimonio, 38, para ser puntuales. El marido falleció el primero, en 1880, y fue enterrado del lado derecho del muro del cementerio, destinado a los no católicos. Ocho años más tarde, lo seguía su viuda. La enterraron del lado izquierdo, destinado a los católicos.
Las tumbas de ambos estaban separadas tan sólo por el muro, debido a una expresa disposición testamentaria de ambos. Y en otra cláusula habían dispuesto que sus respectivos mausoleos tuvieran mayor altura que el muro del cementerio y que de la parte trasera de cada uno saldrían una mano y un antebrazo que se encontrasen en el aire y sellaran un firme apretón. De piedra. Por lo tanto, incorruptible.
El poema, a su vez, pertenece a una poetisa antuerpiense (o sea: nacida en Amberes) Blanka Gijselen -se pronuncia jéiselen. Aparece en una pulcra antología en la cual se ha traducido todo lo digno de traducirse de la poesía belga contemporánea, tanto valona como flamenca".
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