"Los enterramientos medievales seguían la costumbre en Madrid, al igual que en otras poblaciones cristianas, de guardar a los fallecidos en el interior de las ciudades, normalmente cerca de los templos. Unas primeras sepulturas de las que se tiene poca constancia. Pero un decreto de Carlos III a finales del XVIII y la posterior llegada de las tropas napoleónicas a la capital trajeron prácticas más higiénicas que obligaron pronto a sacar fuera de las murallas a los muertos, con objeto de evitar las enfermedades asociadas a los cadáveres.
A principios del siglo XIX José Bonaparte estableció la construcción de dos cementerios civiles, uno al norte de la ciudad y otro al sur, para unos enterramientos que cada vez eran más abundantes por el aumento de la población. A su vez, la Iglesia Católica iba abriendo otros camposantos en los alrededores de Madrid, algunos de los cuales sobreviven hoy y otros fueron desapareciendo según iba creciendo la capital. Muchos de ellos han dejado huella en el callejero urbano, en forma de calles o grandes descampados donde se han llegado a levantar hasta estadios. Otros fueron sustituidos por bloques de pisos, donde muchos de sus habitantes viven ajenos al fúnebre pasado de la tierra bajo sus pies".
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